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La tapa de siempre

La tapa de siempre
Violeta y el Camino de los 22 Arcanos

viernes, 21 de agosto de 2020

Literatura, compromiso y autenticidad



    ¿Es necesario que un narrador de historias se comprometa? Y si fuera así: ¿Qué significa comprometerse? ¿Y qué es la autenticidad?

  El que levantó las banderas de una literatura comprometida fue, hace muchísimos años, el filósofo y escritor francés Jean-Paul Sartre, para quien el compromiso de un escritor con los problemas de su época se imponía como un deber. Para él, una literatura que solamente buscara entretener no era digna de consideración.

   Si bien Sartre apuntaba especialmente al compromiso social y político, esta postura -en un sentido más amplio- propone una literatura que nos haga reflexionar acerca de diversos asuntos, siendo éstos -en primer lugar- los grandes temas humanos, como el significado de la vida, la existencia o ausencia de Dios, el amor en todas sus formas, la búsqueda de la felicidad, la inevitabilidad del sufrimiento y la muerte.

   Esta visión diferente del compromiso nos lleva a ciertos conceptos que formuló el gran novelista ruso León Tolstoi.  

   En su tratado acerca del arte, Tolstoi propone la sinceridad como una condición ineludible en el arte y la literatura, entendiendo a la sinceridad como la necesidad interna del artista por expresarse, por decir su verdad.

   Esta sinceridad marcaría una línea divisoria entre las narraciones escritas a partir de nuestra experiencia, atendiendo a los fantasmas interiores (como diría Ernesto Sábato), y las que se producen para cumplir con las expectativas del mercado, siguiendo tendencias y modas del momento.

   Después del éxito de “El código Da Vinci” (un best seller bien construído, pero sobre todo bien promovido por una maquinaria editorial poderosa y multinacional) se sucedieron innumerables novelas que repitieron la fórmula. Esto es un ejemplo de literatura no comprometida.

   Y me pregunto cuál es el destino de esa literatura diferente, esa literatura que busca transmitir ideas, valores, temas esenciales, significativos para su creador y quizás, también, para sus lectores. ¿Hay futuro para esa literatura comprometida, esa que implica un compromiso con nuestra verdad más profunda?

   Porque el compromiso, como escritores,  es con nosotros mismos. El compromiso es con nuestra autenticidad, esa que nos permite ser y expresar lo que somos, para que eso que somos aflore en lo que escribimos.

    La idea del compromiso ha sido denostada por los que  exaltan al arte como un ejercicio de la libertad, pero ¿qué más libre que escribir sobre aquello que nos interesa; sobre lo que pensamos, creemos y sentimos; sobre lo que la vida nos ha revelado…?  ¿Qué más libre que el compromiso con nuestra verdad?

  Los grandes escritores, los que han trascendido, son los que han sido auténticos, los que se han comprometido con su verdad, y han escrito no solamente para entretener (y no está mal entretener) sino también para transmitir algo más, algo más que -en los más grandes- no es explícito sino sutil. Y pienso en Cervantes, en Goethe, en Mann, en Tolstoi, en Dostoiewsky, en Hesse, y en otros grandes narradores de todas las épocas, todos profundamente auténticos. 

   Y no dudo que esa literatura nacida desde el compromiso con uno mismo, desde la autenticidad, es la única que perdura.





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