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La tapa de siempre

La tapa de siempre
Violeta y el Camino de los 22 Arcanos

Capítulo 22 - El Mundo

 EL MUNDO

 

 

 

1. 

 

    A lo largo de ese año el Centro y sus integrantes nos fuimos expandiendo en logros y realizaciones. La gente que participaba en los cursos y demás actividades elogiaba nuestra eficiencia y seriedad, lo amorosos que éramos, y lo bien que se sentían en Centro Omega.

    Yo tenía bastantes lecturas de Tarot a la semana; eso me permitió renunciar definitivamente a los muñecos. Y el grupo de La Luz Interna culminó con gran crecimiento y aprendizaje para todos.

    Y así llegó el verano.

    Decidimos cerrar el Centro hasta septiembre. Muchos partían de vacaciones y tuve algunas invitaciones para compartir el viaje, pero las rechacé a todas. Habían sido unos meses vertiginosos, de total dedicación al Centro y a los demás; ahora quería recogimiento y quietud. Me dedicaría a mis prácticas espirituales y a estudiar: pasaría las vacaciones de “retiro” en el ático…

    Y los primeros días de retiro fueron muy placenteros. Leía, escuchaba música,  me sentaba durante horas frente al altar,  y me regocijaba pensando que tenía dos meses para mí sola.

    Lejos estaba de imaginar, en esos primeros días, lo que me reservaba ese verano.

  

 

2. 

 

    A mediados de julio apareció por el ático una clienta, Pepi, quien había estado buscándome desesperadamente después de hallar el Centro cerrado. Trabajaba como empleada en una tienda  y había realizado un par de consultas conmigo,  para ayudarse en una difícil situación personal y familiar: su madre estaba muy enferma, con cáncer.

    En una de las consultas (me hizo recordar Pepi)  yo le había hablado bastante acerca de la muerte y la reencarnación. Ella había intentado transmitir esas ideas a su madre, quien nunca había sido demasiado creyente, y la pobrecita había encontrado en ellas bastante consuelo. Pero ahora estaba en la fase terminal  y los conocimientos de Pepi eran insuficientes para ayudarla. ¿No podría ir yo, aunque sea una vez, a conversarle un poco?

    ¡Oh, Dios!... Mientras ella me contaba algunos pormenores, los más contradictorios sentimientos batallaron en mí. Aunque sin duda  tenía que dar una mano, temí que esa situación, de prolongarse, me atrapara y me impidiera continuar el  “retiro”. Estuve tentada de inventar una excusa, pero sabía muy bien cuál era mi deber  y accedí a visitarla.

    Cuando vi a la madre de Pepi sentí una enorme compasión. La pobre señora yacía sobre la cama, pura piel y huesos, y sus ojos cavernosos me miraron tristemente. Aferró mi brazo con sus manos descarnadas y se puso a llorar y a quejarse, con amargura y resentimiento. Cuando se calmó, traté de explicarle que su conciencia no iba a extinguirse con la muerte. Le leí y comenté pasajes de unos  libros que había llevado,  y le conté mi experiencia fuera del cuerpo. Al cabo de un par de horas la enferma tenía otra mirada, y al despedirme me preguntó: 

—¿Va usted a venir alguna otra tardecita?

    ¿Cómo negarme?...  A partir de ese día regresé a diario. Me sentaba junto a ella y le transmitía las verdades espirituales que yo había experimentado y comprendido. Pero tenía que hacer un gran esfuerzo. Cada mañana, al despertar, pensaba “hoy no voy”. Después, la responsabilidad se imponía y mis impulsos egoístas se debilitaban.

    Y no sólo tenía que asistir a la moribunda, sino también a Pepi, a su padre y a la hermana menor, tranquilizándolos tanto como podía.

    Mi vida giró alrededor del drama de esa familia  y mis proyectos veraniegos se interrumpieron totalmente. Esas horas que les dedicaba cada tarde me alteraban muchísimo, pese a mis conocimientos y experiencias. La atmósfera de pena y  duelo,  inevitablemente me afectaba... Y me ponía a recordar otras muertes, como la de mi abuela, que había sido un doloroso suceso de mi infancia...  Y me sentía muy triste.

    Pero..., al cabo de tres larguísimas semanas todo concluyó.

    Cerca del fin, la moribunda se reconcilió con su Iglesia. Pidió un sacerdote para recibir los Últimos Sacramentos y sus horas finales tuvieron una cualidad casi bendita: partió con gran serenidad y aceptación.

    Cuando empezaron a llegar los demás parientes, comprendí que ya no era necesaria. Y con cierto alivio me despedí de Pepi y su familia.

    Salí a la calle sintiendo mucha flojedad y cansancio,  (los últimos días los había pasado junto a ellos de la mañana a la noche). Y volví a mi casa caminando lentamente...


 

3. 

 

    Al llegar al ático me duché, tomé una tisana con miel  y me acomodé en mi cuarto sobre varios almohadones. Era una hermosa noche de verano y  pude oír  el canto de un grillo…  Pese al cansancio mi mente estaba alerta…  Y casi sin darme cuenta entré en meditación.

    Durante cierto tiempo estuve absorta en mi respiración y en el canto del grillo... La ventana estaba abierta y la luna me cubría con su luz plateada.

    De pronto...

 

                                  La claridad de plata se hace de oro,

                                  y el oro es fuego,

                                  un sol brillante que me abrasa...

                                  Y me expando..., me expando..., 

                                  me expando...

 

    Algo extraordinario estaba sucediendo: mi respiración se había alterado por completo  y una irrupción de gran energía y calor, algo portentoso, pulsaba en mí, anonadándome. Sentí que iba a desvanecerme..., a desaparecer..., y recé con pánico.

    Entonces me llegó, lejana, la voz de mi Maestro Interno: “no temas..., entrégate..., confía...”

 

                                  Voy a explotar...

                                  Y exploto...

                                  Me disuelvo...

                                  Como un terrón que se diluye en el agua,

                                  como una nube que se disgrega en el aire.

                                  Pierdo mis límites...

                                  Penetro en todas las cosas...

                                  Y todas las cosas me penetran...

 

    Ya no estaba el miedo, sino una  Felicidad inmensa, desconocida..., una Luz casi insoportable..., un Éxtasis supremo.

    Hasta que…  mi mente se detuvo.

    Y  sólo  mi Conciencia estuvo allí...

 

                                  Todo es Uno

                                  Todos somos Uno

                                 ¿Quién soy?

                                  Soy Eso

                                  Soy Ser

                                  Conciencia

                                  Gozosa Energía

                                  Soy – Somos

                                  Una Conciencia Eterna

                                  Una Conciencia Infinita

 

Mi yo se había disuelto en la Totalidad...

 

 

4. 


 

    Durante un tiempo sin tiempo yací en ese océano de Conciencia..., de Energía... 

    Y cuando mi mente volvió a funcionar, hubo un aluvión de verdades e ideas fundamentales. Me creí omnisciente: todas las preguntas tenían respuesta, todo concordaba en una perfecta Comprensión. Y recién en ese momento pude entender lo que acababa de experimentar:

   Todos somos parte de una Energía de Inteligencia Infinita, Poder Absoluto y  Amor Ilimitado.

  Todo lo que existe es Conciencia, en diferentes niveles de complejidad.   

   Conciencia, Energía, Espíritu, Lo Divino, la Gran Mente, el Todo, Dios...  Diferentes nombres para Él-Ella, origen y fin de todo lo que es.

    Al volver a mi estado normal  —una conciencia limitada dentro de un cuerpo físico— mi asombro y mi gratitud fueron enormes…  Realizar la Verdad había sido maravilloso. 

   Y cuando miré el reloj quedé pasmada: existía la increíble posibilidad de que la experiencia hubiera durado apenas unos segundos.

    Pasé toda la noche despierta, en un estado de alegría y exaltación, de claridad mental y agradecimiento. Y a la mañana salí a la calle, fresca y descansada como si hubiera dormido. 

   De a ratos me venían como vislumbres fugaces de la experiencia… y mis límites parecían empezar de nuevo a deshacerse. No era más que eso, pero bastaba para revivir —en mi memoria— al Estado Trascendental de Conciencia.

    Y así continué durante algunos días: durmiendo apenas, exultante, feliz, llena de energía.

    Me hubiera gustado contar lo sucedido, pero ni José ni Rosa estaban en Valencia. Tuve que pasar ese tiempo a solas..., recordando la experiencia y reflexionando acerca de ella, una y otra vez.

    Y como no estaban mis amigos, les preguntaba a los pájaros y a las flores: ¿significa lo que pasó que estoy iluminada?

  

5. 

 

    No demoré en darme cuenta de que la experiencia había dejado en mí algo más que un recuerdo. La dicha, la paz, el amor, el agradecimiento, la lucidez, no me abandonaban. Era feliz por saberme una con lo Divino y por la certeza de que  hay un orden perfecto en este caos aparente.

    Y cuando José regresó de sus vacaciones,  pude al fin conversar al respecto. Él había experimentado algo similar  y  por eso pudo entender bien lo que le conté, ya que las palabras no transmiten —en forma adecuada— una vivencia en la cual la mente se ha detenido. Pero a la pregunta de si estábamos o no iluminados, no pudimos darle respuesta.

—Pues mira —dijo José, alisando su barba —, yo no estoy muy seguro de lo que supone verdaderamente estar iluminado. Creo que es un asunto muy mitificado y sobre el cual nadie se pone de acuerdo. Lo único que puedo decir con seguridad es que tú y yo hemos tenido experiencias místicas, o como a mí me gusta llamarlas: Vivencias Iluminativas.

—¿Y te parece que una Vivencia Iluminativa como ésta marca el fin del Camino?

—No lo creo... Aunque algunas tradiciones espirituales lo ponen como el fin del Camino,  para otras,  con las cuales estoy de acuerdo, el Camino no acaba jamás... Una vivencia como ésta es solamente un hito,  trascendental, por supuesto... Pero hay que continuar, de una Vivencia Iluminativa a otra, en un proceso sin fin.

—A mí lo que me maravilla es comprobar que todos podemos tenerlas... Ya me lo había dicho Daniel, al hablarme de los estados de expansión de la conciencia: todos podemos experimentarlos, no son algo remoto e inalcanzable... Y desde la primera charla de Vidya-das  que soñaba con tener una experiencia mística de este calibre, pero temía no lograrla nunca, quizás porque Vidya-das decía que ocurren debido a la Gracia...

—¡Ya lo creo!

—Vidya-das decía que si bien uno tiene que perseverar en su práctica, trabajar duro y parejo, las experiencias místicas pueden llegar o no llegar... No dependen de uno, no podemos provocarlas a voluntad.

—¡Claro! —dijo José riendo—,  ten en cuenta que suceden en el momento más inesperado, como un regalo. Es pura Gracia..., es obra de una Voluntad superior a la nuestra.

—¿Y viste, José, que durante el tiempo que estás en ese estado no hay pensamientos, únicamente esa Revelación?

—Sin duda..., en ese estado no piensas, es un conocer sin palabras y sin imágenes.

—Sí... Y  yo era Eso que conocía.

—¡Claro!... ¿Y te has dado cuenta de lo que sucede con el tiempo?

—¡Ay, sí, qué impresionante!...  El tiempo parece detenido o inexistente, como si estuvieras en un presente eterno.

—Y luego, cuando vuelves, te parece que duró muchísimo.

—Pero al mirar el reloj, ves que no duró casi nada...

    Estuvimos explorando el tema durante horas. Y llegamos a las siguientes conclusiones:

. La Iluminación y la Transformación se unen en un proceso evolutivo infinito y único.

. Mediante la Transformación nos sanamos, nos armonizamos, nos perfeccionamos.

. Mediante las Vivencias Iluminativas nos expandimos espiritualmente  y conocemos la Verdad,  la Realidad Esencial.

. Pero el conocimiento directo de la Verdad sin Transformación resulta estéril. Debemos usar esa Comprensión para transformarnos y transformar el planeta. Hay que integrar nuestras Experiencias Iluminativas en la vida de todos los días, y vivir de acuerdo a lo que vayamos comprendiendo.

 

 

6. 

 

    Estoy sentada junto a la ventana de mi cuarto. Los sonidos de la ciudad me llegan como un apacible murmullo lejano. El día es de una belleza perfecta: el aire diáfano, la luz viva, el cielo de un azul maravilloso. Un rayo de sol me acaricia y hace resplandecer las hojas de la enredadera. Y una pareja de palomas se arrulla sobre el tejado...

    Tañe la campana del Miguelete... ¡Todo-es-Uno!... ¡Todo-es-Uno!...

    Hay una gozosa quietud en mí..., una plenitud sencilla y sagrada.

    Y en mi comprensión hay Síntesis:

    He transitado el Camino de los Veintidós Arcanos. En cada etapa un Arcano-Arquetipo me orientó con su Energía. Y las veintidós etapas se desplegaron en el curso de nueve años.

    ¡Y qué distinta soy a cómo era al principio!... Estaba perdida y confusa, en un universo que me parecía hostil y sin sentido. Ahora, en cambio, florezco y danzo en un Universo amoroso y protector, que me enseña mediante increíbles despertares y transformaciones infinitas.

    Al recordar los sucesos de estos nueve años, advierto que las vivencias cotidianas, existenciales, se integran en mi memoria  —y también en mi vida— con las vivencias místicas,  espirituales.

    Y entiendo que aprendí de unas tanto como de las otras.

    ¿Entonces...?

    Si todos nuestros actos, pensamientos  y sentimientos, todas las experiencias que vivimos, son parte del Camino…

    Si todo es parte del Camino...

 

                                  

La vida misma es el Camino

 y cada Camino es único.

 

 

 


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