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La tapa de siempre

La tapa de siempre
Violeta y el Camino de los 22 Arcanos

Epílogo y palabras finales de la autora - El Loco


 EL LOCO 

 

 

1. 

 

    Al comenzar el otoño me dediqué alegremente a trabajar en Centro Omega. Había muchísimo por hacer, un montón de gente nueva y hermosos proyectos gestándose.

    Me sentía feliz, sin preocupaciones ni deseos, deslizándome de un momento a otro con espontaneidad y confianza, en un estado de entrega total.

    Entonces, recibí una carta de mi madre...

    Durante todos esos años, mi madre había querido  —en más de una ocasión— venir a España para verme, pero mi padre lo había impedido. Los meses previos a mi partida habían sido una permanente lucha con él, estaba enojado conmigo desde entonces,  y pese a que en más de una oportunidad le escribí, intentando una reconciliación, había sido en vano.

    Con mamá, en cambio, intercambiaba frecuentes cartas y llamadas telefónicas. Y ahora ella me contaba que papá no estaba bien de salud  y que,  por primera vez, había insinuado el deseo de verme. Además, estaban viejos y solos. Mis hermanos se habían casado y tenían hijos; yo era la única sin compromisos y por lo tanto con mayor disponibilidad de tiempo. Con timidez, mamá me preguntaba si no podía regresar para ayudarlos.

   Años atrás, esta carta me habría sumido en dudas y vacilaciones, en contradicciones entre mi deber y mis deseos. Ahora, en cambio,  mi reacción fue distinta.  Mis padres me necesitaban... Simplemente eso.

    La energía de la vida, el orden secreto de las cosas, esa intención misteriosa que nos conduce, me empujaban hacia algo inesperado y nuevo: ¡el regreso!

    Y sin pensarlo más, comencé los preparativos para volver a la Argentina.

 

2.

 

    Me dirijo con Lupe, en su coche, al aeropuerto. También están las niñas (que ya no lo son)  y Paco al volante.

    Rosa va en su moto, adelantándose como siempre  y saludándonos a cada rato con la bocina.

    Y hay un par de coches más, donde van Carmen, Ana, Tao, Amparo, Toñita, José y Pau.

    El corazón,  ahora sí,  se me encoge un poco... Y en el aeropuerto me abandono a las lágrimas, entre mimos, confidencias de último momento, risas y bromas.

    No hay promesas de futuros encuentros... ¿No estamos, acaso, despidiéndonos y reencontrándonos una y otra vez, mientras seguimos las señales de nuestro camino individual, de nuestro camino único? 

    Sé que estaremos juntos de nuevo..., alguna vez.

    Abrazo y beso a todos frente a la puerta de embarque... Y me alejo, llorando suavemente.

    A través de la ventanilla del avión vuelvo a verlos, agitando sus manos, mandando besos...

    Rugen los motores. Ya nos movemos...

    ¡Adiós Valencia!...  ¡Adiós todos!...

    El grupo de los que me despiden es apenas una mancha de colores, entrañable… 


    Y el avión aceleró.


FIN





Palabras finales a las lectoras y lectores:


   

  Si has llegado hasta aquí, es porque has terminado de leer la novela. Y si has terminado de leerla es porque (probablemente) te ha gustado.

  Entonces, si te ha gustado, la autora te pide un único gesto a cambio: que la recomiendes, todas las veces que puedas, en tus espacios de Internet o incluso personalmente.  

   Porque lo único que desea un escritor, cuando ya ha renunciado al dinero y los honores, es ser leído.


Gracias y hasta nuestro próximo encuentro


Savitri Ingrid Mayer



2 comentarios:

Caroline dijo...

MUCHAS GRACIAS POR EXPRESAR CON TAN BELLAS PALABRAS TODO LO QUE NUESTRA MENTE Y CORAZÓN TRATAN DE DESCIFRAR. UN PLACER LEER TU NOVELA. EL MEJOR DE LOS ÉXITOS Y QUE LA VIDA NOS SIGA RE ENCONTRANDO. ABRAZOS DE LUZ ✨

Savitri Ingrid Mayer dijo...

Muchas gracias a ti por tu hermoso comentario. Me alegró profundamente.

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