La respetable subjetividad
al apreciar una obra literaria
Gracias a mi participación en las redes
sociales, particularmente en las redes sociales de recomendación de libros,
estoy comprobando que l@s lector@s se animan más que antes a confiar en su
propio juicio. He leído comentarios de
rechazo a ciertos autores que sin embargo son reconocidos best-sellers, o incluso
grandes escritores.
Y esto me parece bien, más que bien… Estamos
acostumbrados históricamente a que los juicios de valor acerca de los productos
culturales como libros, música, artes plásticas y películas, sean emitidos por
expertos, encargados de juzgar y dictaminar si dicho producto cultural es
valioso, si merece que le dediquemos nuestra atención o no.
Desde tiempo inmemorial, han sido los
críticos literarios y los editores los que decidían qué libros teníamos que
leer. También las revistas y periódicos formaban parte de ese mundo que decidía
por nosotros. Y como la mayoría de la gente consume lo que le recomiendan
otros, y más si esos son críticos y expertos, los gustos y tendencias
literarias han estado siempre parcialmente determinados por las decisiones de
unos pocos.
En las últimas décadas, con el desarrollo de
los medios de comunicación, esos mensajes acerca de qué leer o escuchar han
venido a través de los periodistas y comunicadores. Y dado que los medios están
muy unidos a intereses económicos y financiados mediante publicidad, dichos
mensajes están estrechamente enlazados con dichos intereses (lo cual antes
también ocurría, pero probablemente no en la misma medida).
Por todo esto, la inmensa mayoría de las personas estamos
siempre siendo influenciados acerca de
qué leer o escuchar o mirar.
Sin embargo, hay un espacio de absoluta
libertad, un espacio donde nada puede influirnos.
Y ese espacio es la confianza en nuestro
propio juicio:
Confiar en lo que sentimos, en lo que
experimentamos al leer un libro (o al escuchar música o al ver una película
o…)
Si compramos un libro porque leímos en algún
lado que es un autor con muchos premios, o un best seller, y luego resulta que
no nos gusta, es positivo que haya espacios
donde podamos comunicar nuestro desacuerdo con dichas valoraciones.
Y también sería interesante que al
encontrarnos con el producto de un creador desconocido, confiemos en nuestro
juicio y le demos una oportunidad, aunque no tenga por detrás para respaldarlo
a los medios o a los expertos.
Gracias a Internet, esto ya está ocurriendo
en nuestros tiempos. Todos pueden emitir opiniones y publicarlas en algunos
espacios, como los que abundan en las redes sociales. Y son cada día más los
que se animan a declarar, sin temores, que
una novela de un escritor premio nobel les resultó difícil de leer y la
dejaron por la mitad, o que las novelas de un famoso best-seller son
insoportables y no comprenden que pasó para que se convirtiera en best-seller.
Ojalá
esto continúe así, y en forma creciente…
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