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La tapa de siempre

La tapa de siempre
Violeta y el Camino de los 22 Arcanos

martes, 16 de abril de 2019

Novelas inmortales (4)

Nazarín, de Benito Pérez Galdós


    Así es la descripción del  personaje que da su nombre a la novela:          

Era  de  mediana  edad,  o  más  bien  joven  prematuramente  
envejecido, rostro enjuto tirando a escuálido, nariz aguileña, 
ojos negros, trigueño color, la barba rapada, el  tipo semítico  
más  perfecto  que  fuera  de la  Morería  he  visto:  un castizo 
árabe  sin  barbas. 
   
    Nazarín es un cura muy pobre, quizás santo o quizás loco (al fin y al cabo, los santos no son demasiado normales, algo de locos tienen), que vive en una mísera pensión y a quien, apenas comienza la historia, le han robado lo poco que tenía, incluyendo su ropa. Nazarín no cree en la propiedad privada y por eso no va a denunciar el robo. Ha elegido ser pobre, no quiere empleos fijos ni comodidades, cultiva la paciencia y la humildad. A todos ayuda, y para la dueña de la pensión es un santo. Pero la vida del sacerdote se complica cuando una mujer joven, una prostituta del barrio, le ruega que la esconda porque está herida, huyendo después de una riña. Nazarín no puede negarse, pero la desdichada, cuyo nombre es Andara, después de recuperarse provoca un incendio. El cura queda sin casa y sin trabajo, ya que sus superiores lo censuran por haber dado cobijo a esa mujer y dejan de llamarlo para las pocas misas que eran la única fuente de su sustento. Entonces, Nazarín decide volverse peregrino. Y descalzo, vestido de humilde paisano, se lanza al camino, con la esperanza de vivir de la caridad. Quiere hacer penitencia, anhela desgracias y padecimientos que lo purifiquen, y piensa que:

Dios, hablando a su espíritu, le ordenaba el abandono de todo 
interés mundano, la adopción de la  pobreza  y  el  romper  
abiertamente con  cuantos  artificios  constituyen  lo  que llamamos
civilización. Su anhelo de semejante vida era de tal modo irresistible, 
que  no  podía vencerlo  más.  Vivir  en  la  Naturaleza,  lejos  de  
las  ciudades opulentas  y corrompidas,  ¡qué  encanto! 

    Apenas alejado de Madrid, tiene diversos encuentros, entre otros con la incendiaria Andara, quien lo sigue y le ruega que la deje ir con él. Llegan a un pueblo donde una amiga de ella tiene a su pequeña hija enferma, casi moribunda. Andara le pide a Nazarín que vaya  a sanar a la niña. Él rechaza con enojo la fe de la mujer en su santidad, pero accede a llevar consuelo a la madre. En la humilde vivienda, las mujeres lo reciben con la esperanza de que sane a la pequeña enferma. La fe de las mujeres en Nazarín corre pareja con su negativa a  asumir lo que ellas esperan de él. Sin embargo, las invita a rezar y pone su mano en la frente de la niña. La profunda religiosidad de Nazarín, su compasión por los demás, corre pareja con su modestia. Lo que despierta en las mujeres es algo que solamente despiertan los santos. Ellas ven y perciben algo en el peregrino, que él mismo todavía no ve. A la mañana siguiente le comunican que la niña está mejorando y Nazarín decide continuar el viaje. Pero ahora, además de Andara, también lo sigue la tía de la niña, de nombre Beatriz.  Y esa misma noche, refugiados los tres en  una cabaña en ruinas,  empieza a impartirles enseñanzas religiosas. 
  La novela continúa mostrando las distintas peripecias y encuentros del santo y sus dos discípulas. Y aunque a veces hay humor en las descripciones, o cierta ironía, en ningún momento decae el respeto del narrador por la grandeza de su personaje. 
  Frente a cada situación, Nazarín imparte enseñanzas, da consejos…

.La ira es daño gravísimo que sirve de cebo a los demás pecados, 
y  priva  al  alma  de  la  serenidad  que  necesita  para  vencer  
el mal  en otras esferas… .Para  ser  buenos,  para  llegar  a  lo  que  
vulgarmente  llamamos perfección, debe empezarse por lo más fácil. 
Antes de atacar los vicios gordos, combatamos los menudos…
. Y  añadió  que  no  había  por  qué  ponerse  a  imaginar  los
sucesos futuros, fingiéndolos en nuestra mente favorables
o adversos, porque nunca sabemos, ni aun aplicando las regla
de la lógica, lo que pasará en las horas venideras. Caminamos  por  
la vida,  palpando  en  las  tinieblas,  como  ciegos,  y  sólo  Dios
sabe  lo  que  nos sucederá  mañana.

    No seguiré contando la historia, porque sería una anticipación de la trama, y creo que vale la pena leerla. Pero continuaré mencionando algunos fragmentos reveladores. 
    Como en todo místico, en Nazarín hay ciertos poderes psíquicos. Y el autor lo muestra cuando Beatriz va a confesarle algo a su maestro y éste le dice que ya lo sabía:

—¿Acaso lo adivinó? ¿Usted sabe lo que no ha visto, lo que 
no han dicho? 
 —A veces sí... Según quien sea la persona a quien le pasa 
lo que no veo. 
—¿Pero de veras, adivina?... 
—Esto no es adivinar..., es... saber... 

     Es muy interesante que lo que dice Nazarin acerca de los males de la sociedad, en el siglo XIX, sigue vigente ahora, en el siglo XXI:

Los pueblos  tienen  la  misma hambre que antes tenían. Mucho 
progreso político y poco pan. Mucho adelanto material, y cada día
menos trabajo y una infinidad de manos desocupadas. De la política
no esperemos ya nada bueno, pues dio de sí todo lo que tenía que dar….
En  la  Humanidad  se  notan  la  fatiga  y  el desengaño  de 
las especulaciones científicas, y una feliz reversión hacia 
lo espiritual…  Todo clama por la vuelta a los abandonados caminos 
que conducen a la única fuente de la  verdad:  la  idea  religiosa…

   Y a veces, Nazarín se convierte en filósofo y poeta:

 Dos cosas hay en este bajo mundo por donde nos pueda ser 
 comprensible lo infinito: el amor y la muerte…

   La influencia del santo sobre las dos mujeres, las va transformando. 
Así, dice el narrador sobre Beatriz: 

Su espíritu se iba encendiendo en el místico fuego, 
con las chispas que el otro lanzaba del rescoldo de su santidad. 
Habría ella  querido  llegar  al  caso  absurdo  de  no  comer 
absolutamente  nada;  pero como esto era imposible, se resignaba
a transigir con la vil materia… De madrugada  tuvo  frío,  y  bien  
envuelta  en su  manta  se  tendió  de  largo,  para descansar  
más  que  dormir,  y  con  la  conciencia  de  hallarse  despierta, 
vio cosas …¿Era  Dios, eran los ángeles, el alma de algún santo, 
o un purísimo espíritu que quería tornar forma sin poder conseguirlo...?

     La protección divina se manifiesta en milagros, como cuando,  refugiados los tres peregrinos en lo alto de un cerro y en peligro, debido a unos individuos que amenazaron subir con malas intenciones,  una súbita e inesperada neblina los oculta de los que suben.

   Nazarín es acusado por un alcalde bastante ilustrado de dárselas de apóstol y él dice:

 Yo no soy  apóstol,  ni  predico  a  nadie;  tan  sólo  enseño  la  
doctrina  cristiana,  la  más elemental y sencilla, a quien quiere 
aprenderla. La enseño con la palabra y con el  ejemplo.  Todo  
lo  que digo,  lo  hago,  y  no  veo  en  ello  mérito  alguno. 
  Entonces el alcalde  replica:
¿Y cómo he  de  creer  yo  que  un  hombre  de  sentido,  en
nuestros  tiempos  prácticos, esencialmente  prácticos,  o  si  se
quiere,  de  tanta  ilustración,  puede  tomar  en serio eso de 
enseñar con el ejemplo todo lo que dice la doctrina? 
¡Si no puede ser, hombre; si no puede ser!… Con el misticismo, 
que es lo que usted practica; no tendrá más que hambre, 
miseria pública y particular...
Y Nazarín le responde:
—Yo creo lo contrario. Tan puede ser, que es. 

    Más de un pasaje de la novela nos trae reminiscencias de la Pasión de Jesús y algunos críticos han dicho que Nazarín, de un modo quijotesco, intenta imitar fielmente a Cristo en una época materialista, por lo cual dicha imitación sólo puede verse como locura. Por mi parte, mientras leía las andanzas de Nazarín, no pude evitar la comparación con otra joya narrativa, un clásico de la literatura mística: “Memorias de un peregrino ruso”, de autor anónimo. 
   Es necesario, en nuestros días, superar el primer rechazo ante la prosa de Galdós, algo recargada, quizás adecuada para el siglo en que él escribía y muy del gusto de lectores con pasión literaria, pero que podría resultar un poco pesada para un lector actual y que no desea recurrir al diccionario para comprender un adjetivo o sustantivo inusual. Pero luego de superado ese primer rechazo, la novela atrapa, conmueve, despierta nuestros sentimientos más elevados. 
  En suma:  una gran novela, espiritual e inspiradora.  


  

Violeta y el Camino de los 22 Arcanos, casi tres años en este blog

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