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La tapa de siempre

La tapa de siempre
Violeta y el Camino de los 22 Arcanos

viernes, 23 de marzo de 2018

Cuando el arte invita a la reflexión: temas existenciales y espirituales en novelas y pelìculas (7)



El último rostro (Diré tu nombre) y  los héroes anónimos

  Esta película, dirigida por Sean Penn, además de conmovernos, transmite ideas, de esas que después nos dejan pensando. Y a mí me dejó pensando en los héroes anónimos.  
   Con frecuencia admiramos a ciertos personajes por las acciones  valiosas que han desplegado a lo largo de sus vidas, al consagrarse a luchas y esfuerzos que favorecieron a los demás. Y solemos ensalzar a esas personas, que con sus vidas han pasado a la historia como ejemplos de valor y sacrificio. Son personas heroicas y funcionan como modelos para nuestras más modestas personalidades. Un Gandhi, el apóstol de la no-violencia,  o los esposos Curie, héroes de la ciencia, y muchos otros. Pero rara vez pensamos en los héroes anónimos, aquellos que no pasan a la historia, pero que son igualmente modelos de nuestras facultades más nobles y elevadas. Y esta película nos presenta a uno de estos héroes anónimos. 
   El Dr. Miguel León, interpretado por el  gran actor Javier Bardem, es un médico cirujano español que trabaja como voluntario en zonas de conflicto, entre los refugiados y víctimas de las guerras de África. Se muestra su sacrificio y el de sus compañeros médicos, que arriesgan continuamente sus vidas para salvar las vidas de otros.  Y lo curioso es que el personaje no es un ser humano excepcional. Es bastante normal en muchos aspectos, como por ejemplo en sus relaciones románticas con algunas colegas mujeres. Pero el haber elegido como forma de vida a una labor altruista, sacrificada, incómoda y peligrosa, lo convierte en héroe. 
   Sin duda, debe haber personas así en muchos lados, y rara vez sabemos algo sobre ellos. Aunque en la película la ONG para la cual los médicos trabajan se llama Médicos del Mundo, en una de las escenas iniciales Miguel aparece con la inscripción “Médicos sin fronteras” en su bata de trabajo. Quizás haya sido un guiño del director o quizás estaban filmando en un verdadero campo de refugiados (dada la enorme cantidad de personas que aparecen no es imposible), y el nombre de dicha ONG  era una forma de facilitar el desplazamiento de los personajes por el área. 
   El romance de Miguel con Wren (Charlize Theron), una colega sudafricana (que a diferencia de él muestra pronto sus límites de tolerancia ante el dolor y el espanto que los rodea todo el tiempo), romance que aparentemente sostiene como una historia central todo el hilo de la narración, queda opacado ante la fuerza de los mensajes fundamentales de la película, claramente humanistas. Está por un lado el fuerte mensaje pacifista, el cual, no por ser un tema abordado con frecuencia en el cine y la literatura, deja de ser un tema eternamente importante. La guerra, esa absurda destrucción de unos seres humanos por parte de otros, es aquí duramente mostrada (mediante imágenes de crudeza y realismo sobrecogedor) con toda su insensatez, con su brutal e injustificable creación de sufrimiento, con toda su lacerante e ignominiosa presencia.
  Pero hay también asuntos más íntimos, como los relacionados con nuestras elecciones de vida… 
  En una escena de la película, Wren le cuestiona a Miguel lo que están haciendo, sugiriendo irse, ya que ese sacrificio es inútil. Pero él lo defiende, desde un lugar simplemente humano y propio de su vocación de médico: 
—Ya sé que no vamos a salvar al mundo con lo que hacemos —dice Miguel—. Sólo salvemos a este hombre…, a esa chica…, a este niño…, aquí…, ahora…
—¿Salvarlos para qué, para qué clase de mundo? —replica Wren.
—El mundo de ellos… —afirma Miguel.
—¿Esa es tu solución? —insiste Wren.
—Pero Wren, ¡no hay solución!... Quizás la evolución sea la solución… Yo solamente quiero salvarlos para que vivan.
   Y al objetarle Wren la clase de vida que esos pobres negros africanos pueden tener, Miguel dice que no importa qué clase de vida sea, ya que es la que ellos pueden vivir.  
   La misión de un médico es salvar vidas, y Miguel simplemente lo hace, llevado por un impulso interno. Aunque al mostrar cierto rechazo a los países ricos de Occidente (“los ricos de allá afuera” dice), está claro que no sólo quiere salvar vidas, sino que quiere salvar las vidas de esos pobres negros africanos. 
   Y Miguel no está solo, hay otros héroes como él, que muestran idéntica entrega. Como un francés, al que han bautizado Dr. Amor, y otro médico muy religioso que a menudo se refiere a la Biblia, y un médico negro musulmán, quien al ir a buscar su alfombrita de rezar  sorprende a Miguel y Wren en la discusión citada arriba. Y la interrumpe, para decirle a Wren que uno sólo puede continuar sacrificándose cuando se da cuenta que es incapaz de no hacerlo. 
  La postura bastante radical del guión coincide con la de su director, conocido por sus actitudes progresistas, y quizás sea la causa de las numerosas críticas negativas hacia el film por parte de los periodistas especializados de los grandes medios. 
  Pero a mí me pareció un film excelente, emotivo e inspirador. 
  

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