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La tapa de siempre

La tapa de siempre
Violeta y el Camino de los 22 Arcanos

martes, 13 de diciembre de 2016

Dostoievsky: cuento en nueva traducción




El árbol de Navidad celestial 

   Soy un novelista y supongo que inventé esta historia. Escribo “supongo”, aunque de hecho sé que la inventé, pero sigo imaginando que debe haber sucedido en algún lugar y en algún momento, que debe haber sucedido en vísperas de Navidad en una ciudad grande  con mucho frío. 
   Tengo la visión de un niño, un niño pequeño, de seis años o incluso menos. Este niño se despertó esa mañana en un sótano húmedo y helado. Estaba vestido con una especie de bata y temblaba de frío. Sentado en un rincón, sobre una caja, del aliento del niño salía una nube de vapor blanco y él soplaba el vapor fuera de su boca  y se entretenía en su aburrimiento observando como flotaba. 
   Pero el niño estaba terriblemente hambriento. Esa mañana se había acercado varias veces a la cama de tablones donde yacía su madre enferma, sobre un colchón tan delgado como un panqueque, con una especie de bulto bajo su cabeza a modo de almohada. ¿Cómo habría ella llegado hasta aquí?  Debe haber venido con su hijo desde alguna otra ciudad y repentinamente cayó enferma. La propietaria que alquilaba los espacios del sótano había sido llevada dos días atrás a la comisaría. Los demás inquilinos estaban afuera, ya que las fiestas estaban próximas, y el único que se había quedado no esperó la Navidad y estaba tirado desde hacía veinticuatro horas, completamente borracho. En otro rincón del sótano, una miserable anciana de ochenta años, que alguna vez había sido niñera y ahora había sido abandonada para morir sola,  estaba quejándose y gimiendo debido al reuma, y también refunfuñando y regañando al niño, por lo cual él tenía miedo de acercarse al rincón de ella. 
   El niño había conseguido agua para beber pero ningún mendrugo, y había estado a punto de despertar a su madre una docena de veces. Finalmente se sintió asustado: hacía rato que estaba oscuro, pero ninguna luz había sido encendida. Al tocar el rostro de su madre, lo sorprendió que ella no se moviera en absoluto y que estuviera tan fría como la pared. “Hace mucho frío aquí” pensó el niño. Y se quedó quieto, permitiendo inconscientemente que sus manos descansaran sobre los hombros de la mujer muerta.  Después sopló sus pequeños dedos para calentarlos, buscó a tientas su abrigo sobre la cama y salió del sótano. Habría salido antes, pero tenía miedo del gran perro que estaba gruñendo todo el día en la puerta del vecino, escaleras arriba. Ahora el perro ya no estaba y el niño salió a la calle. 
  ¡Dios mío, qué ciudad! Él nunca había visto algo así antes. En la ciudad de la cual él venía, siempre había una negra oscuridad por las noches. Con una sola lámpara para toda la calle y las vencidas viviendas de madera cerradas con persianas, después del anochecer no se podía ver a nadie en la calle. Toda la gente se encerraba en sus casas y sólo quedaban los gritos de los perros: cientos y miles de ellos ladrando y gruñendo toda la noche. Pero allí había abrigo y tenía comida, mientras que aquí…  ¡Oh…, si al menos tuviera algo para comer! ¡Y qué ruido y traqueteo, cuánta luz y cuánta gente, caballos  y carruajes, y mucho hielo!  El vapor helado colgaba en nubes sobre los caballos, sobre sus bocas que respiraban cálidamente, con sus cascos que resonaban contra las piedras a través de la nieve resquebrajada y… ¡Oh, cómo ansiaba algo para comer y cuán desdichado se sintió de pronto!...  Un policía pasó y se alejó,  para evitar ver al niño. 
   He aquí otra calle, ¡oh, y muy ancha! Aquí él sería con seguridad atropellado: todos gritaban, corrían y se abrían paso. Y la luz, ¡la luz! ¿Y qué era esto? Una enorme ventana de vidrios y a través de la ventana un árbol que llegaba hasta el techo. Era un abeto,  y sobre el abeto había muchas luces, papeles dorados y manzanas y pequeñas muñecas y caballitos. Y había niños limpios y bien vestidos corriendo por la habitación, riendo y jugando, comiendo y bebiendo. Una niña pequeña comenzó a bailar con uno de los niños, ¡qué linda niñita! Y él podía escuchar la música a través de la ventana. Miraba, se maravillaba y reía, aunque sus pies estaban doloridos debido al frío y sus dedos estaban rojos y rígidos, por lo cual le hacía daño moverlos. Pero de pronto el niño se dio cuenta de que sus pies y dedos le dolían, y empezó a llorar y a correr. 
    A través de otra ventana nuevamente vio un árbol de Navidad y sobre una mesa pasteles de todas clases -pasteles de almendra, pasteles rojos y amarillos- y tres opulentas señoras jóvenes estaban sentadas allí y ofrecían los pasteles a cualquiera que se les acercara. Y la puerta de calle se abría una y otra vez, permitiendo que entraran  muchísimos caballeros y damas. El niño se movió con sigilo, la puerta se abrió y él entró. ¡Oh, pero ellos le gritaron y le hicieron señas de que se marchara! Una señora fue hacia él apresuradamente y deslizó una moneda en su mano, y ella misma abrió la puerta de calle para que se fuera. ¡Qué asustado estaba!  La moneda se deslizó y tintineó sobre los escalones: él no había podido doblar sus dedos enrojecidos para sostenerla apretada. 
    Se alejó corriendo y siguió andando, aunque no sabía hacia dónde. Estaba por llorar nuevamente pero tenía miedo, y corrió…, corrió…,  y soplaba sus dedos. ¡Y era desdichado porque de pronto se sintió muy solo y aterrorizado, y eso de golpe, Dios mío!... 
   ¿Y qué era esto? Gente parada en medio de la multitud,  contemplando algo. Detrás de una vidriera había tres pequeños muñecos, con vestidos colorados y verdes, y exactamente, exactamente como si estuvieran vivos. Uno era un pequeño anciano sentado, tocando un gran violín; los otros dos estaban parados cerca y tocaban pequeños violines. De tanto en tanto movían la cabeza, se miraban uno al otro y sus labios se movían. Ellos estaban hablando, realmente hablando, sólo que no se podía escuchar a través del vidrio. 
   Al principio el niño pensó que estaban vivos y cuando se dio cuenta de que eran muñecos se rió. Él nunca había visto esa clase de muñecos y no tenía idea de que hubiera muñecos así. Y aunque deseaba llorar, estaba entretenido, entretenido con los muñecos. De pronto le pareció que lo tocaban desde atrás: un chico grande y malvado estaba junto a él. Súbitamente lo golpeó en la cabeza, le arrancó el gorro y le hizo una zancadilla. El niño cayó sobre el suelo… y hubo un grito. Estaba entorpecido por el terror, pero se levantó y se alejó corriendo. Corrió, sin saber hacia dónde iba, hasta que llegó al portón del patio de alguien y se acomodó detrás de una pila de leña: “No me encontrarán aquí, además está oscuro”. 
   Se sentó encogido y sin aliento debido al miedo, pero de golpe, repentinamente, se sintió feliz: sus manos y pies dejaron de dolerle y comenzó a sentir calor, tanto calor como si estuviera sobre una estufa. Después tembló y empezó a quedarse dormido. “¡Qué lindo dormir aquí! Me quedaré un poco y luego iré a mirar los muñecos de nuevo”,  pensó el niño, sonriendo al recordar los muñecos. “Parecían vivos”… 
   De pronto escuchó a su madre cantando por encima de él. “Mami, estoy dormido, qué lindo es dormir aquí”.
  “Ven a mi árbol de Navidad, pequeño”, susurró  una suave voz sobre su cabeza.
  El niño pensó que era su madre, aunque no, no era ella. No podía ver quién lo estaba llamando, pero alguien se inclinó sobre él y lo abrazó en la oscuridad.  El niño estiró sus manos hacia el que lo llamaba y… de repente… ¡Oh, qué luz tan brillante!... ¡Oh, qué árbol de Navidad!... Pero no era un abeto, nunca había visto un árbol como ese. 
   ¿Dónde estaba ahora?... Todo era radiante y brillaba, y alrededor de él había muñecos. Aunque no, no eran muñecos, eran pequeños niños y niñas, sólo que radiantes y brillando. Todos volaban alrededor de él y lo besaban.  Y lo levantaron y lo llevaron con ellos, y él también estaba volando. Y vió que su madre lo estaba mirando, mientras reía con alegría. ¡Mami, mami, oh, qué lindo es aquí, mami! Y de nuevo besó a los niños y quería contarles acerca de los muñecos en la vidriera. ¿Quiénes son ustedes, niños..., quiénes son ustedes, niñas? preguntó, riendo y admirándolos. “Éste es el árbol de Navidad de Cristo” le respondieron. “Cristo siempre tiene un árbol de Navidad en este día, para los niños pequeños que no tienen un árbol de Navidad propio…” 
   Y supo que todos esos niños y niñas eran como él… Algunos se habían helado en las canastas donde habían sido abandonados de bebés, sobre las escalinatas de la gente rica de San Petersburgo. Otros habían muerto en los pechos de sus madres hambrientas. Y otros habían muerto en los vagones de tren de tercera clase, debido al aire viciado… Y sin embargo, ahora estaban todos aquí, eran como ángeles alrededor de Cristo y Él estaba en medio de ellos y extendía Sus manos hacia ellos… Los bendecía a todos y también bendecía a sus madres… Y las madres de estos niños estaban a un costado llorando. Cada una conocía a su niño o niña. Y los niños volaban hacia ellas y las besaban y secaban sus lágrimas con sus pequeñas manos… y les rogaban que no lloraran porque ellos eran muy felices. 
   Por la mañana,  el portero encontró el pequeño cuerpo muerto del niño, helado junto a la pila de leña. Y también buscaron a su madre: ella había muerto antes que él.
    Y se encontraron delante del Señor Dios en el cielo. 

   ¿Por qué he creado este relato, tan fuera de lo corriente en un Diario común y sobre todo en el Diario de un Escritor? Y eso que prometí relatos que tuvieran que ver con sucesos reales. Pero así es. Y continúo imaginando que todo esto pudo haber sucedido realmente, o sea, lo que sucedió en el sótano y junto a la pila de leña. En cuanto al árbol de Navidad de Cristo, no puedo decirles si eso pudo haber sucedido o no. 

miércoles, 17 de agosto de 2016

Cuando el arte invita a la reflexión. Temas existenciales y espirituales en novelas y películas. 5.

La película Mar Adentro y el tema del suicidio asistido

   Esta excelente película, dirigida por el talentoso director español Alejandro Amenábar,  se basa en un caso real: el de Ramón Sampedro, un hombre de Galicia, quien después de quedar incapacitado debido a un accidente, estuvo postrado en la cama durante treinta años y luchó durante largo tiempo para que se le permitiera recurrir legalmente al suicidio asistido, sin conseguirlo. La película, que lleva muchos años de estrenada, renovó las polémicas que este delicado tema despierta. 
   El suicidio asistido, que no es lo mismo que la eutanasia, está prohibido en la mayoría de los países del mundo, con excepción de Holanda (un país de avanzada respecto a los derechos individuales) y unos pocos lugares más. Eutanasia, según el Diccionario de la Real Academia, es la acción u omisión que, para evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, acelera la muerte de ellos, con su consentimiento o sin él. Suicidio asistido significa suicidarse con ayuda de otros, pero sin que el peso de la ley caiga sobre los ayudantes. 
   La legislación mundial sobre la salud está avanzando en este tema, permitiendo una creciente libertad por parte de los enfermos. Hay nuevas leyes que garantizan el derecho de los enfermos terminales a rechazar cirugías, o tratamientos médicos y de reanimación que prolongarían sus vidas… y también sus sufrimientos.      
    Pero éste es uno de esos temas sobre los cuales es imposible ponerse de acuerdo, porque depende de la visión del mundo y los valores del que opina. La película de Amenábar apoya claramente la causa de Sampedro (magistralmente interpretado por Javier Bardem),  y el personaje, lo mismo que su inspirador, rechaza todas los esfuerzos de los demás en contra de su deseo de  morir, tanto por parte de miembros de su familia  como de representantes de la iglesia, e incluso de dos mujeres que lo aman, a pesar de su invalidez. Sampedro dejó textos publicados, manifestando que una muerte deseada para liberarse de un dolor irremediable está bien y que cada persona tiene el derecho a disponer de su propia vida. Él quería morir, no soportaba vivir en esas condiciones, pero hay muchas personas discapacitadas que continúan peleando por vivir y que eligen quedarse. 
   Y aunque coincido  en que cada uno puede disponer de su propia vida, comentaré un caso que llamó mucho mi atención y que me llevó a poner en duda este criterio. En Holanda, una mujer muy joven que había estado sometida a abuso sexual desde la infancia y padecía graves problemas psicológicos, pidió la eutanasia… ¡Y le fue concedida! Es el primer caso en el mundo en que se aplica la eutanasia debido a problemas psicológicos y no físicos. Cuando esto se supo, muchas voces se levantaron en contra, diciendo que dada la edad de la enferma se imponía continuar con los intentos que llevaran a su recuperación, asistirla de todos los modos posibles, y no acabar con su vida. Y en este caso no puedo menos que estar de acuerdo. La eutanasia y el suicidio asistido son válidos en los casos irremediables, cuando la persona está condenada a la absoluta incapacidad y a un sufrimiento crecientes. Pero en el caso de una persona joven, cuya psique puede evolucionar, como el caso de esta chica holandesa, me cuesta entender cómo los médicos y la supervisión legal que se aplica en Holanda para estos casos permitieron algo así. 
    Entonces la pregunta inevitable es: ¿cuándo realmente sabemos que la muerte, el deterioro y el sufrimiento son irreversibles?...  No hace demasiados años atrás, los médicos se permitían predecir el tiempo de vida que le quedaba a un paciente con cáncer. Creo que por fortuna ya no lo hacen. Los casos de remisiones espontáneas son numerosos cuando se trata de esta enfermedad, -un verdadero misterio biológico-, y por lo general ya no se considera al cáncer una enfermedad irreversible, sino una enfermedad que puede convertirse en crónica. 
    Por eso, pienso que con el tema de la eutanasia y el suicidio asistido no se puede generalizar. Así como cada persona es única, cada situación que requiere eutanasia o suicidio asistido es única. La vida es algo muy valioso y este asunto es muy complejo y delicado. Pero invita a la reflexión, ¿verdad?  
    
  

jueves, 2 de junio de 2016

Cuando el arte invita a la reflexión: una novela inolvidable


“El filo de la Navaja”  de William Somerset Maugham

   Habría que introducir a este autor, porque los más jóvenes no deben tener idea de quien fue. Se trata de un escritor inglés, muy leído durante la primera mitad del siglo XX, cuyas ficciones (obras de teatro, novelas y cuentos) tuvieron gran éxito en su época y se han llevado al cine muchas veces. Como otros grandes novelistas, partió de su experiencia vital para crear sus personajes y las tramas de sus historias, y en su franco realismo asoman más de una vez los temas metafísicos. Viajó mucho, sobre todo por Oriente, y tuvo una vida poco convencional. Los críticos no lo amaban, quizás porque no era lo suficientemente “literario”, pero sus historias son sinceras y transmiten autenticidad (lo que más me gusta en una historia),  y por eso el público sí lo amó. 
   Su novela “El filo de la navaja”,  que me impresionó profundamente en la adolescencia, aborda el tema de la búsqueda espiritual, aunque de un modo que imagino era el más adecuado para los lectores de esa época. Hoy en día, viajar a la India y pasar tiempo en uno o varios ashrams es algo bastante común, pero cuando Maugham escribió su novela era bastante raro y la India era un país remoto y desconocido.
   La historia está contada desde la perspectiva de un narrador testigo (el mismo Maugham) y por lo tanto con distancia, lo cual no le impide alcanzar profundidad. El protagonista, Larry, marcado por la primera guerra mundial en la cual participó, va abandonando su previsible vida burguesa y se instala inicialmente en París, donde vive un poco a la deriva, para viajar luego por otros sitios. Su búsqueda del sentido de la vida, que como suele suceder ha comenzado mediante la lectura de libros, es alentada providencialmente mediante encuentros significativos. Al conocer a un monje cristiano en Alemania, decide pasar un tiempo en un monasterio benedictino. Y después viaja a la India, donde tiene trascendentes experiencias. Finalmente vuelve a Occidente, pero convertido en una persona distinta, porque su búsqueda ha dado frutos.
   Hay historias paralelas en la novela, que se enlazan con la del protagonista, como las de dos mujeres con las cuales Larry se relaciona y otros personajes. Pero lo esencial, y lo que la convierte en una novela imborrable, es la historia del personaje central. 
   Hace relativamente poco, al leer la novela por segunda vez e investigar acerca de su autor, supe que Maugham había estado en la India y había pasado algún tiempo en el ashram de Sri Ramana Maharshi, en 1938.

  Y voy a confesar algo... Creo que las personas somos como semillas: nacemos con todas las potencialidades de lo que seremos y durante el transcurso de nuestra existencia nos limitamos a desplegarlas. Y esta novela es, en mi vida, una confirmación de eso. La primera vez que la leí estaba muy lejos aún de lo espiritual, y sin embargo la historia resonó en mí de un modo profundo y misterioso. Muchísimos años después, yo también comencé una búsqueda espiritual, viajé a otros países y pasé algún tiempo en la India. Y también, como W. S. Maugham, estuve en el ashram de Sri Ramana Maharshi. 

   Y ahora veamos algunas citas extraídas de la novela (de su versión original en inglés), que nos dan una pauta de cómo es en esencia. 
   ”Nada en el mundo es permanente, y somos tontos cuando queremos que algo dure, aunque somos más tontos aún en no disfrutar de esto mientras lo tenemos.”
   “Parecería que casi todas las personas que han tenido influencia en mí las conocí debido al azar. Sin embargo, mirando hacia atrás, siento que no podría no haberlas conocido.” 
   “Y entonces piensas en alguien que una hora atrás estaba lleno de vida y ahora yace muerto;  es todo tan cruel y sin sentido. Y es difícil no preguntarte qué es la vida y si hay algún sentido en ella, o si es todo un trágico error de un destino ciego.” 
   “Suelo pensar que hemos puesto nuestro ideal en cosas equivocadas; suelo pensar que el más grande ideal que un ser humano puede poner frente a sí es la autoperfección.”
  “Desearía que vieras cuán estimulante es la vida del espíritu y cuán rica en experiencia. Es ilimitada. ¡Es una vida tan feliz!”

viernes, 11 de marzo de 2016

Cuando el arte invita a la reflexión. Temas espirituales y existenciales en novelas y películas (4)



El cine de un gran director sueco

  Ingmar Bergman fue uno de los más geniales creadores cinematográficos de toda la historia del cine y también el que más usó este arte para expresar temas espirituales y existenciales de gran profundidad.

  Muchas de sus películas son desgarradoras. Los personajes se debaten en la duda, el dolor, la angustia, la culpa, la soledad... Y la búsqueda de Dios es tan dolorosa como frustrante. En "Luz de Invierno" el tema central son las dudas de un sacerdote acerca de la existencia de Dios. Y aunque su mensaje aparente es Dios no existe o dudo de su existencia (por el mal en el mundo, etc.), esa película no es la obra de un ateo sino la de un creyente en crisis.  
   En "El Silencio" hay furia, dolor y odio en los personajes de las dos hermanas, que nos muestran una existencia sin sentido. La mayor, enferma, se autodestruye con tabaco y alcohol; la otra se sumerge en el olvido de los sentidos. Vemos incomunicación, sufrimiento, crueldad...  El personaje del niño es el único sano, hay dulzura e inocencia en él (como en todo niño) y parece deslizarse por el mundo de los adultos como un ángel que mira y trata de comprender. 
   En una película temprana, que no tiene traducción al castellano (Nara Livet, en sueco), y donde aparecen tres mujeres que están en un hospital a punto de parir o por problemas relacionados con el embarazo, el director muestra la ineludible garra del destino, esas fuerzas poderosas e incontrolables que tuercen nuestras vidas en direcciones inesperadas, a pesar de nuestros deseos, y que a veces son positivas y a veces todo lo contrario, siendo una dimensión de la vida que difícilmente podemos controlar.  
   En "Detrás de un vidrio oscuro",  la búsqueda desesperada de Dios está unida a la locura. Y Él finalmente se muestra, pero en la forma de una horrible araña. En "El Séptimo Sello", la pregunta repetida es por qué Dios parece ausente del mundo. 

  Sin embargo, en algunos de esos films y en otros más tardíos, Bergman encuentra salidas que tienen que ver con el amor. En "Fresas salvajes", una de sus películas más admirables, vemos a un anciano médico, quien al comprender que se acerca al final de su vida, la revisa y la juzga mediante recuerdos, sueños y fantasías. Hay culpa y dolor, pero también perdón y reconciliación. Y una dulce amargura ante lo inevitable. Es un film melancólico, pero profundamente humano. El anciano doctor no parece haber sido un buen padre o esposo. Pero sus pacientes lo aman y lo consideran un gran médico, que siempre los ayudó desinteresadamente. Y Bergman es explícito al plantear esa totalidad: somos luminosos y oscuros, buenos y malos.  
 En "La Fuente de la Doncella",  después de la violencia, el dolor y la venganza, hay un milagro que es como un mensaje de Dios, una afirmación de Dios, que renueva la fe. 
 El sufrimiento y la muerte, temas centrales en "Gritos y Susurros", van unidos a la compasión, el amor y la fe de uno de los personajes.  En "Face to Face" (un drama hecho para la televisión), junto a la crisis de la protagonista y a elementos de incomunicación y falta de amor, aparecen en algunos personajes el amor y la compasión como fuerzas sanadoras.

   Además de los temas metafísicos, a Bergman también le preocupaban mucho las relaciones entre los seres humanos, sobre todo aquellas más íntimas, como entre hermanos, padres e hijos, esposa y esposo. "Escenas de la vida conyugal", desgarradoramente sincera, es un retrato auténtico y profundo de lo que suele ocurrir en una pareja cuando ya no funciona bien. Y cuando toca esos temas, Bergman muestra los extremos de crueldad a que un ser humano puede llegar cuando se relaciona con los seres que le son más cercanos. Así ocurre en "El Silencio" y en "Gritos y Susurros". 

  En sus obras el espacio de la conciencia está presente, y Bergman recurre para expresarlo a sueños y recuerdos, a presagios y premoniciones. En "El Séptimo Sello" hay visiones y apariciones, y las escenas donde el caballero juega al ajedrez con la muerte han pasado a la historia del cine como escenas ejemplares. En "Fresas Salvajes", los sueños y recuerdos son una parte sustancial de la película. 
 En esa maravillosa película que es "Fanny y Alexander", una obra de su madurez, aparece la magia como poder de la mente sobre la realidad material. A diferencia de muchas de sus obras tempranas, esta película -quizás la más perfecta en sus medios expresivos y en su modalidad narrativa- es por momentos jubilosa, y hay en ella una continua referencia a los planos invisibles: fantasmas que se comunican con los vivos, fenómenos ocultos como la telepatía y otros elementos sobrenaturales de importancia. 

   También hay, en muchas de sus creaciones, reflexiones acerca del arte. En "Fanny y Alexander", un personaje discurre acerca del teatro, "ese pequeño mundo que puede ayudarnos a comprender o tolerar el mundo de afuera, el de todos los días." Y otro personaje afirma que "en la vida representamos un papel, a semejanza de lo que se hace en el teatro".

  La obra cinematográfica de Ingmar Bergman es, en su conjunto, el ejemplo más perfecto del arte usado para plantear los grandes temas inherentes a nuestra condición humana. Y eso, unido a la perfección expresiva de sus films, los convierten en obras de arte imperecederas. 

 Hay más sobre Bergman en el post "Por qué amábamos las películas de Ingmar Bergman, en el blog Vivencias de una Peregrina.

Nota: la mayoría de las películas mencionadas en este post pueden verse en        YouTube. 

domingo, 24 de enero de 2016

Escribir novelas espirituales

Escribir novelas espirituales es frustrante

   Lamentablemente he llegado a esta conclusión, aunque la misma no implica que dejaré de escribir novelas espirituales. Me apasiona escribir novelas, y sólo puedo escribir para transmitir lo que considero importante. Y como lo que considero importante es la espiritualidad y todo lo que ella implica, seguiré con estos temas. 
  Pero es frustrante… Y no me refiero al acto de escribirlas, sino a la posibilidad de que sean leídas. 
  Lo real es que en el mundo de hoy (al menos el hispano hablante), cada vez se lee menos ficción espiritual. Esto ya me lo habían dicho algunos editores, cuando rechazaron mi primera novela, diciendo que el mercado estaba saturado. 
 En general se lee poco y la ficción que atrae pertenece a otros géneros. Romántica, erótica, suspenso y policial, aventuras… Incluso el género histórico parece estar decayendo. 
 Y desviándome un poco del tema central de este post, compartiré otra reflexión: hoy en día, la mayoría de los escritores que han logrado ingresar en el mercado tradicional, sólo escriben con el objeto de vender. Y para eso recurren a procedimientos completamente irrespetuosos. Daré como ejemplo un reciente best seller, “El sari rojo”, de un novelista español, que es una biografía novelada de Sonia Gandhi, la mujer de origen italiano que -a partir de su casamiento con un hijo de Indira Gandhi, a quien conoció cuando ambos eran estudiantes de inglés en Inglaterra- se convirtió con el correr de los años en una de las mujeres más poderosas del escenario político indio. Sin duda es una vida interesante y por algo la novela se vendió muchísimo (aunque en la India está teniendo problemas legales), pero me parece una total falta de respeto novelar la vida de una persona que todavía vive. Es entrar en su intimidad y crear ficción a partir de hechos que pertenecen a su vida privada. Y esto carece de ética. 
  Di el ejemplo anterior, porque es una muestra de las tendencias editoriales que dominan el mercado y de lo que escriben los novelistas que venden.
  En cuanto a lo que se vende de ficción espiritual o ficción de autoayuda, inevitablemente corresponde a los autores que ya están instalados en el gusto del público y son famosos. Entonces Paulo Coelho, que sólo escribió un relato realmente inspirado (El alquimista) y que fue apenas un autor mediocre en sus demás libros, sigue siendo el más leído en esta clase de ficción. O se traducen a los autores norteamericanos, porque las pocas grandes editoriales que editan esta clase de ficciones, prefieren publicar traducciones de libros que ya se han vendido bien en sus países de origen, en vez de arriesgarse con autores nuevos. 
  Incluso en Estados Unidos, donde hay un mercado importante para esta clase de narrativa, los autores nuevos tienen muy limitado el número de sus lectores, como he comprobado al unirme a grupos que escriben esta clase de ficción en inglés, ficción que ellos llaman visionaria. 
   Así están las cosas… Escribo novelas porque amo hacerlo y no puedo no tocar los temas espirituales, porque son lo central en mi vida y en la vida de mis personajes. Y como escribo desde el corazón (o como dice una escritora chilena muy famosa, desde las tripas) seguiré escribiendo novelas espirituales. 
  Pero me temo que seguiré frustrándome… Algunas personas (seguidoras del pensamiento new age) dirán que lo estoy decretando. Pero no creo en eso… Simplemente veo los hechos como son..., y los testimonio. 

Violeta y el Camino de los 22 Arcanos, casi tres años en este blog

      Cuando publiqué tres de mis novelas en forma de blog, varias personas me aconsejaron que no lo hiciera. Sin embargo, no estoy arrepent...